Ha tardado casi cuarenta años el arquitecto italiano Massimo Ricci en descubrir lo que para sus colegas fue un misterio durante seis siglos: la técnica que utilizó Filippo Brunelleschi para construir la cúpula de Santa María del Fiore, la Catedral de Florencia.
El genio renacentista no solo se esmeró en elevar un monumento robusto y espectacular, símbolo de la renovada confianza humanista tras los temores medievales, sino también en esconder el truco gracias al cual se sostiene la estructura.
"Hacer trampas, despistar, confundir las ideas fue un rastro típico de la personalidad de Brunelleschi", comentó anoche Ricci al presentar su hallazgo a los ciudadanos reunidos en el Palazzo Vecchio -el ayuntamiento- y a quienes seguían la conferencia en la página web de la National Geographic Society.
El genio renacentista no solo se esmeró en elevar un monumento robusto y espectacular, símbolo de la renovada confianza humanista tras los temores medievales, sino también en esconder el truco gracias al cual se sostiene la estructura.
"Hacer trampas, despistar, confundir las ideas fue un rastro típico de la personalidad de Brunelleschi", comentó anoche Ricci al presentar su hallazgo a los ciudadanos reunidos en el Palazzo Vecchio -el ayuntamiento- y a quienes seguían la conferencia en la página web de la National Geographic Society.
"Brunelleschi encontraba divertido el hecho de que nadie pudiera dar con su secreto". Un secreto bien guardado bajo la piel de la cúpula de ladrillos rojos y costillas de mármol. Desde que empezaron las obras, en 1425, el misterio fue custodiado con un truco: los obreros dispusieron los ladrillos vistos de una forma distinta a los de la bóveda interna, la que de verdad aguanta el peso de la construcción, para despistar todos los que, solo mirando desde fuera la cúpula, pensaban tener frente a sus ojos la técnica adoptada. Los ladrillos internos "están colocados en diagonal, como la espina de un pescado", explicó Ricci.
"Sin utilizar material metálico alguno, como sostuvieron algunos estudiosos en el pasado, sino solo gracias a un sistema de cuerdas que permitía calcular la posición y el ángulo exactos en los que poner cada ladrillo", explicaron.
Para confundir aún más las ideas a eventuales imitadores, Brunelleschi ordenó "marcar el costado de los ladrillos que quedaban en superficie con un surco, para dejar creer que fuesen dispuestos en longitud en lugar que de lado. Un sistema único y nunca más repetido en la historia".
Ricci y su equipo lograron desvelar el misterio gracias a inventos tecnológicos muy refinados y a una grieta que se abrió en la bóveda. A través de esta fisura pudieron colar una sonda que se abrió camino entre un ladrillo y otro, mientras grababa lo que veía. Ricci dirigía la minúscula cámara y -como si se tratara de un médico que practica una endoscopia a su pacient - fue trazando un diagnóstico de las entrañas del monumento. Vio lo que nunca nadie pudo admirar antes.
Fuente: elpais.com
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