A pesar de ser la más antigua de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo y la única que sigue en pie, se sabe muy poco sobre ella e incluso acerca de su morador. De Keops –o más bien Khufu- apenas ha sobrevivido una pequeña escultura, que cabría en la palma de la mano y que además apareció en la zona del Delta, a decenas de kilómetros de Giza.
Afortunadamente algunos jeroglíficos encontrados en los sillares de la pirámide, pintados por los diferentes equipos de trabajo que los movieron, han demostrado –a pesar de las dudas poco razonables de ciertos aficionados “heterodoxos”- que el lugar fue dedicado a Keops y sirvió como lugar de reposo final, aunque el paso del tiempo y el expolio barrieron casi por completo las huellas de su anterior dueño. Sin embargo durante décadas han permanecido sin posibilidad de respuesta muchas incógnitas acerca de su construcción, diseño y funcionalidad.
Uno de los misterios más destacados se circunscribe a cuatro pequeños pasadizos, dos que salen de la cámara superior o “del Rey” y otros dos en la conocida como “Cámara de la Reina” que fueron detectados en 1872. De apenas 20 centímetros de ancho, los corredores son demasiado pequeños para servir de accesos a otras cámaras, interpretándose como elementos simbólicos y religiosos. Dado que los dos superiores llegaban al exterior de la pirámide, se ha postulado de forma general que pudieron ser caminos para que el espíritu del faraón pudiera ascender a los cielos.
Sin embargo los dos inferiores, uno orientado al norte y otro al sur, no poseen salidas observables en la cara externa del monumento, siendo objeto de todo tipo de especulaciones. En 1986 un grupo francés encabezado por los arquitectos Gilles Dormion y Jean Patrice Goidin rastrearon diferentes puntos de la estructura debido a una serie de irregularidades que habían encontrado en los datos que se conocían acerca de la pirámide.
Debido a la maestría y experiencia acumulada de los arquitectos egipcios no se consideraron fallos, sino signos de que podían existir cámaras ocultas en el interior. Al año siguiente un equipo japonés de la Universidad Wascola de Tokio detectó una serie de cavidades mediante técnicas y aparatos de microgravimetría que analizaron las diferencias de densidad de unos puntos y otros. La imaginación del gran público y de algunos especialistas se disparó, fantaseando acerca de la posibilidad de encontrar la momia de Keops y fantásticos tesoros más de mil años anteriores a los de Tutankamón. Claro está, los diminutos pasadizos de la “Cámara de la Reina” eran candidatos a ser los conductos que llevaran a esas hipotéticas estancias.
En 1993, por primera vez en su historia, estos elementos fueron explorados gracias al ingeniero alemán Rudolf Gantenbrink, que envió una cámara robotizada por el conducto sur. Después de 63,90 metros la sonda topó con una pared de caliza que incluía dos pernos de cobre. Lejos de desilusionar a egiptómanos, egiptólogos y amantes del misterio, avivó el interés por estos pequeños pasadizos. Nueve años después, en el 2002, Zahi Hawass, autorizó y supervisó uno de los trabajos arqueológicos más seguidos de la Arqueología, retransmitido a medio mundo y que se saldó con una cierta decepción para algunos y muchas incógnitas para la mayoría. El robot empleado entonces, dotado de un pequeño taladro, perforó la pared de caliza y continuó la exploración hasta detenerse en otro obstáculo similar, también con unos tiradores de cobre.
Ahora, después de esperar casi otra década, la Gran Pirámide vuelve a repetir la experiencia con una nueva investigación de campo con el empleo de sondas. Hawass, actual Ministro de Antigüedades, ha declarado que los misterios que encierran estos diminutos túneles le han fascinado durante toda su carrera.
Por ello hace meses decidió organizar e impulsar un nuevo proyecto de investigación bajo el nombre de “Djedi” en honor del mago que aconsejó a Keops para el diseño y construcción de la pirámide. Después de una dura selección acabó formando un equipo internacional y aprobando el empleo de un ingenio de última generación, el robot Djedi, creado por personal de la Universidad de Leeds (west Yorkshire, Inglaterra) dirigido por el ingeniero Robert Richardson. Con financiación parcial de Mehdi Tayoubo y Richard Breitner de Dssault Systèmes de Francia se persigue explorar de forma más ambiciosa el interior de los corredores.
El nuevo robot-sonda, equipado con un pequeño taladro, un aparato de ultrasonidos y una cámara especial que puede extenderse como una serpiente, es capaz de acceder a zonas muy difíciles y aberturas de hasta 19 milímetros de diámetro. El objetivo es poder superar los obstáculos de caliza con el menor daño posibles, introduciéndose por cualquier espacio posible. De momento las primeras exploraciones, destinadas al estudio del pasadizo norte, han detectado un sillar con tiradores de cobre como los del conducto sur también a 63,90 metros de profundidad, demostrando que se guardó una intencionada simetría entre ambos elementos. Sin embargo lo que más ha llamado la atención ha sido, de nuevo, el corredor sur, donde han aparecido unos restos sorprendentes.
La nueva sonda, a diferencia de las anteriores, no solamente puede observar lo que tiene directamente delante, poseyendo capacidad para retransmitir imágenes en otros ángulos. La exploración de las paredes del conducto entre ambas planchas de caliza ha mostrado la existencia de muescas y de signos pintados. Estas muestras, realizadas en pintura roja, podrían ser jeroglíficos de algún tipo, lo que en opinión de Richardson suministrarían valiosa información acerca del diseño y construcción del gigantesco mausoleo. Incluso podrían ser meras instrucciones del montaje y ensamblaje de los sillares, como un enorme puzle que no ha sido contemplado desde hace más de 4.500 años. Lo que resulta llamativo por parte del equipo arqueológico es la extraña ubicación de los signos ya que no es un espacio accesible, siendo incluidas inmediatamente antes de su colocación en la estructura. Por ello su aparición ha sido muy celebrada, considerándose la antesala de más pistas que podrían aparecer próximamente.
Al mismo tiempo la resolución de la cámara ha permitido un mayor detalle en las imágenes obtenidas de los elementos de cobre, que a juicio de los especialistas son demasiado extraños, aumentando las cuestiones sobre su naturaleza. Muy pequeños para ser parte de algún mecanismo, se baraja la posibilidad de alguna utilidad ritual, aunque son meras conjeturas. Por último, el pulido de las paredes de caliza, muy cuidado, también ha llamado la atención. Dedicar tanto esfuerzo para una parte del aparejo no visible resulta chocante para los arquitectos, si bien podría indicar un respeto al difunto y a la funcionalidad sagrada de los conductos.
De momento algunos datos del proyecto ya han sido publicados a modo de informes preliminares en los “Annales du Service Des Antiquities de l’Egypte” (ASAE), publicación del Consejo Supremo de Antigüedades Egipcias. Sin detenerse por el momento el trabajo de exploración va a continuar en los próximos meses con el objetivo de superar la segunda “puerta” del corredor sur y ver que hay detrás. Al mismo tiempo se repetirá la experiencia en el pasaje norte y se espera que los datos obtenidos puedan publicarse este año.
Fuente:contexto.com.ar
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