El personaje de Nuestra Tierra Junín 2010 Luis Cárdenas Raschio compartió los secretos de los jíbaros, una tribu de indígenas que habitan al norte del altiplano ecuatoriano que tenían la costumbre de reducir al tamaño de una mandarinalas cabezas de los enemigos muertos en combate.
Cárdenas señala que de cada victoria, el gran guerrero conservaba una cabeza cortada y que luego era reducida, costumbre que tenía por objeto hacer alarde de trofeos de guerra. Los jíbaros creen todavía que con la cabeza reducida el espíritu del muerto ya no podrá vengarse.
Los jíbaros seguían paso a paso esta macabra receta:
1. Cortar la cabeza al enemigo.
2. Con un cuchillo hacer un corte desde la nuca al cuello, se tira de la piel y se desprende del cráneo.
3. Se desecha el cerebro, ojos y demás partes blandas, además de todos los huesos.
4. Se mete en agua hirviendo a la que se añade jugo de liana y otras hojas, lo que evita que se caiga el pelo.
5. Se mantiene durante unos quince minutos aproximadamente; más tiempo la ablanda demasiado y es difícil impedir que no se pudra.
6. Se saca del agua (con un tamaño aproximado de la mitad del original) y se pone a secar.
7. Se raspa la piel por dentro para quitar restos de carne y evitar el mal olor y la putrefacción y se frota por dentro y por fuera con aceites especiales.
8. Después se cose el corte de la nuca, los ojos y la boca, de manera que queda como una bolsa, en la que se echa una piedra del tamaño de un puño o el volumen equivalente en arena caliente.
9. Se cuelga sobre el fuego para desecarla poco a poco con el humo a la vez que se le va dando forma al cuero con una piedra caliente. En este proceso la cabeza acaba de reducirse.
10. Una vez seca la cabeza se vacía la arena y se tiñe la piel de negro. Luego se introduce un cordón de algodón por un agujero practicado en la parte superior de la misma y se asegura en la abertura del cuello con un nudo o un palito atravesado.
Fuente: rpp.com.pe
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