La Fundación Cartier recupera el legado de Jacques Kerchache, el gran explorador y mecenas del arte africano
Cuenta la leyenda que el nacimiento del Museo del Quai Branly, el templo del arte africano levantado por Jean Nouvel a dos pasos de la Torre Eiffel en 2006, se forjó en la isla Mauricio casi un decenio antes. Un día de verano a mediados de los años 90, Jacques Chirac coincidió con el coleccionista y conaisseur de las artes primitivas Jacques Kerchache en esas paradisíacas playas del océano Índico. Chirac —por entonces alcalde de París— era un enamorado de los movimientos artísticos del Continente Negro, por lo que a su tocayo no le costó mucho convencerlo de la necesidad de construir el Quai Branly, también conocido como el Museo de Artes y Civilizaciones de África, Asia, Oceanía y de las Américas.
Sin embargo, Kerchache no llegó a ver su sueño concretado, falleció antes de que se inaugurara el museo. Ahora que se cumplen diez años de su muerte, la Fundación Cartier para el arte contemporáneo le rinde homenaje con la exhibición «Vaudou» («Vudú»). La gran estructura de cristal de Cartier en el bulevar Raspail, en el barrio parisino de Montparnasse, reúne más de un centenar de objetos (esculturas, máscaras, muñecas vudú) recopilados por este infatigable explorador durante treinta años de viajes por Benín (el antiguo Reino de Dahomey, cuna del vudú), Togo, Gana y Nigeria, así como notas, cartas y fotografías personales.
Aventurero nato
La pasión de Kerchache por África comenzó en la década de 1960, cuando se embarcó en una serie de expediciones en busca de piezas de arte raras y de creadores desconocidos en Europa. Allí descubrió la potencia y originalidad de las esculturas «bocio», piezas a las que se les otorga el poder de conectar el mundo visible con el invisible, el de los espíritus. Compuestas de bramante, huesos, conchas de mar y mechones de pelos, estas perturbadoras figuras emanan un halo de tensión y presentimiento que su mismo nombre sugiere. La palabra «vudú», originaria de los lenguajes Ewé y Fa, aparece escrita por primera vez en un documento presentado por el Rey de Allada a Felipe IV de España en 1658 para referirse a estos objetos, «mensajeros de lo invisible».
Comisario y consejero de los grandes museos franceses, Kerchache dedicó su vida a alentar al establishment de su país a abordar el arte africano más allá del punto de vista etnográfico. Fue gracias a su influjo que el Museo del Louvre abrió el «Pavillon des sessions» en abril de 2000, un ala dedicada a las artes primarias de África, Oceanía y América que reúne 120 obras maestras seleccionadas por el mismo Kerchache. Esa apertura supuso un punto de inflexión en la forma en que Occidente aborda la producción artística de las civilizaciones no europeas.
Un montaje teatral
Para el montaje de «Vaudou», la Fundación Cartier ha fichado a Enzo Mari, uno de los grandes símbolos del diseño italiano. Famoso por su racionalismo y moderación, Mari ha concebido una puesta en escena teatral que resalta la energía mística de las efigies vudú.
Los «bocio» guardianes, por ejemplo, se encuentran en una estructura de madera que simboliza la morada de las tribus de Benín y que pone de relieve el papel protector de estas figuras, utilizadas para ahuyentar el mal de los hogares. Otras han sido montadas en escenarios más enigmáticos, como es el caso del «Carro de la muerte», una talla que reposa en las oscuras aguas de una cuenca, quizá a la espera de que caigamos bajo su hechizo.
Fuente: abc.es
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