El detective del condado de Los Ángeles Kevin Lloyd estaba hojeando en un proceso de rutina en 2008 los archivos de fotos de pandilleros cuando una imagen llamó su atención por la cantidad de detalles tatuados que le recordaron un crimen que había decidido congelar tras cuatro años de investigación, reveló el diario Los Angeles Times.
La comisaría de la ciudad confirmó a AFP esta historia y dijo que por ahora el detective no estaba disponible para dar declaraciones.
Se trataba de las fotos tomadas por un delito menor a Anthony García, miembro de una de las pandillas que azotan a Pico Rivera, un suburbio al sureste de Los Ángeles, ciudad donde emigrantes salvadoreños que huían de la guerra civil formaron en los años '80 los grupos delictivos más peligrosos, la Mara Salvatrucha o MS-13 y su acérrima rival, la Mara 18 o M-18.
En 2004 un aparatoso asesinato en una licorería de Pico Rivera terminó con la vida de Juan Juárez, un joven de 23 años, y que las autoridades trataron de dilucidar sin éxito, entre ellos el detective Lloyd.
Todos los pasos previos, durante y tras el asesinato se los tatuó García desde los dos extremos de su clavícula y dibujando en la parte central de su pecho la licorería donde mató a Juárez, incluso con las luces de Navidad que colgaban del techo del local para el momento del crimen.
¿En qué momento se tatuó García su crimen? Son detalles que quedan por esclarecer, pero como reconoció un colega del detective Lloyd, el capitán Mike Parker, el hecho de que "la confesión esté tatuada en su pecho, es contar con un grado importante de suerte".
La foto había sido tomada en la comisaría de Pico Rivera, donde Lloyd, un detective con 30 años de carrera, había trabajado varios años. García había sido detenido brevemente por conducir con una licencia vencida.
Por ese delito menor fue fichado y cuando lo liberaron, la policía aplicó el procedimiento de rutina para todo aquel que sea sospechoso de ser pandillero: deben tomarle fotos sin camisas y enfocar especialmente los tatuajes, que traen comunicaciones cifradas o identificaciones de sus pandillas y enemigos.
"Yo trabajé en Pico Rivera muchos años, por lo tanto estaba bastante familiarizado con el área. Esto fue increíble", dijo Lloyd al diario.
Desde 2008 el detective trabajó para dar con el paradero de Anthony García, quien vivía con su familia en un sector de Los Ángeles, fue detenido y desde entonces buscaron la forma de dar con su confesión del crimen más allá del tatuaje.
En la cárcel García, de 25 años, recibió la visita de dos detectives que se hicieron pasar por pandilleros y a ellos les confesó el crimen de Pico de Rivera. Sus palabras quedaron grabadas y sirvieron para que el jurado lo declarara culpable de asesinato en primer grado esta semana.
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