En Japón han aumentado los suicidios tras la catástrofe natural y el posterior fallo de la planta nuclear de Fukushima. Los psicólogos opinan que los nipones, que suelen ocultar su sufrimiento, no encuentran otra solución.
Todo ocurrió en cuestión de minutos. Las calles se convirtieron en improvisados canales y los coches en barcos a la deriva. El tsunami se llevó por delante la vida de más de 15.000 personas.
Después de la catástrofe, llegó la calma. Al menos en apariencia. En las ciudades es difícil encontrar rostros afligidos o resignados, pero la procesión va por dentro. En el país nipón aumentaron en un 20% los suicidios durante el mes de mayo con respecto al año anterior.
El terrible golpe económico y la angustia de las fugas radioactivas en Fukushima han tirado por la borda las esperanzas de algunos campesinos. Uno de los desdichados dejó un mensaje antes de suicidarse: “Ojalá no existiera ninguna central nuclear. Mis fuerzas se han terminado”.
Según algunos expertos, la incertidumbre es un arma muy peligrosa para la sociedad japonesa. Una sensación muy perturbadora para un país acostumbrado a la búsqueda de la tranquilidad y renuente a la tensión.
El doctor Hirotada Hirose, profesor de psicología de desastres y emergencias, comenta que situaciones como el pasado desastre natural desatan un estrés muy grande en la población. “La gente se siente sola, y cuando toda esa presión explota, pensamos en cometer hasta suicidios”
Hace tres meses, Hiroito salió evacuado de Iwaki, una ciudad a 20 minutos de la central nuclear de Fukushima. Él reconoce que sus compatriotas no comparten sus emociones y a veces, esto implica un coste muy alto.
“Los japoneses no expresamos mucho nuestros sentimientos. Lo guardamos todo dentro. Y cuando hay un problema, buscamos una forma rápida de escapar y en algunos casos, el suicidio puede ser la salida”, comenta.
En su programa anual de prevención de suicidios, el Gobierno ha decidido prestar especial atención a las necesidades psicológicas de las víctimas del tsunami y el terremoto. La Cruz Roja, por su parte, advierte que la salud mental debe ser una prioridad. Mientras, los propios ciudadanos japoneses dan una lección de solidaridad a todo el mundo.
Son más de 25 millones de toneladas de escombros las que dejo tras de sí el terremoto y más tarde el tsunami. En este paisaje desolador trabajan cientos de voluntarios para reconstruir esta parte de Japón. Sin embargo, hay otros muchos voluntarios que trabajan para recomponer el ánimo y el espíritu del país.
Para el grupo de actores que viajan desde Tokio hasta las zonas más destruidas para alentar a las personas afectadas por el desastre natural, la receta es el humor. “Tras este trágico suceso, queremos rescatar lo positivo que tiene la vida. Hay que recuperar el espíritu del pueblo japonés. Es un buen momento para unirnos todos y el arte es un gran vehículo”, opinan los entusiastas.
De acuerdo con algunos psicólogos, la catástrofe ha resaltado el perfil materialista de los nipones, que no saben manejar el dolor o el sufrimiento. Pero por otro lado, también ha permitido borrar algunos clichés que estaban asociados a su sociedad. El doctor Hiroshe explica: “El suicidio es una tragedia para nosotros. No tiene nada que ver con el hara kiri. Cometer suicidio es una situación miserable. La gente siente mucha lástima cuando una persona se suicida”
Desde hace años, Japón es la segunda nación industrializada con mayores índices de suicidio: cada veinte minutos un nipón decide quitarse la vida. El desastre natural ha dejado sensación de fragilidad en la sociedad japonesa, y todo parece indicar que el tsunami y el terremoto no se han producido únicamente en la superficie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario