La NASA decide enviar su próximo coche marciano al cráter Gale, dominado por un monte de 5.000 metros
La NASA ha decidido enviar a su mejor robot de exploración a una misión sin precedentes. La agencia espacial estadounidense anunció ayer que Curiosity, su nuevo coche marciano que será lanzado entre noviembre y diciembre de este año, aterrizará en el cráter Gale. Se trata de un enorme boquete de 150 kilómetros de largo cerca del ecuador de Marte, en cuyo centro se eleva una montaña de 5.000 metros. Este gigante más alto que el Mont Blanc (4.810 metros) apareció tras el impacto de un descomunal meteorito hace más de 3.000 millones de años, cuando un joven Marte pudo albergar ríos y océanos. El Curiosity trepará por las faldas del monte y será el primer robot capaz de responder una de las preguntas claves de la ciencia: ¿hay o hubo vida en Marte?
Esta enorme caldera ha sido elegida en parte porque, tras el impacto del meteorito, su fondo pudo recibir abundante agua que, según alguno de los científicos de la misión, podría seguir allí. “Es posible que encontremos agua líquida a unos centímetros de la superficie”, explicó ayer a este diario Nilton Renno, profesor de la Universidad de Míchigan (EEUU) y miembro del equipo que estudiará los datos enviados por el Curiosity.
Esa posibilidad abre otra mucho más excitante. “El agua líquida es el lugar más adecuado para encontrar compuestos orgánicos”, resalta Renno. Esos compuestos orgánicos, basados en el carbono, delatan rastros de metabolismo, es decir, de algo vivo.
El Curiosity llegará a Marte en verano de 2012 y representa una nueva generación de pesos pesados. Mientras que sus antecesores, los dos rovers Spirit y Opportunity, no llegaban a los 200 kilos, Curiosity pesa casi una tonelada. Entre sus 10 instrumentos, uno de fabricación española, lleva ingenios que le permiten tomar y analizar las muestras de roca que previamente ha recogido con su brazo mecánico. En lo alto de su cabeza, a dos metros de altura, lleva varias cámaras que le permiten detectar “puntos peligrosos”, explicó ayer Renno. “Es listo, tiene una especie de inteligencia artificial que le permitirá esquivar obstáculos”, detalla el investigador.
Renno ha trabajado junto al equipo español del Centro de Astrobiología (CAB) de Madrid para desarrollar el dispositivo REMS, una miniestación meteorológica con la que Curiosity medirá la temperatura, el nivel de humedad y la radiación solar de Marte. “Es la primera vez que España logra incluir un instrumento en un rover de Marte. Para nosotros es un orgullo”, explicó ayer Jesús Martínez-Frías, geólogo del CAB y uno de los padres del REMS.
El instrumento ha costado unos 20 millones de euros, según Renno, de los cerca de 2.000 millones de euros que ha costado todo el proyecto. Es el doble que el coste completo de los dos anteriores rovers, un precio que ha escalado debido a retrasos en la fecha de lanzamiento, prevista inicialmente para 2009.
Gran Cañón
Curiosity aterrizará en el fondo del cráter Gale con un nuevo sistema que funciona como una grúa. Tras depositarlo, la nave de descenso se marchará volando. El coche, alimentado por un pequeño motor que genera calor a partir de uranio, comenzará a rodar, “a la velocidad de una persona andando”, según Renno, que apunta que el vehículo podría completar hasta 20 kilómetros en los dos años que durará la misión. Sin embargo, el motor nuclear podría permitir al robot ampliar su vida útil hasta los 10 años.
El panel de expertos de la NASA ha elegido el cráter entre 60 posibles destinos, en un proceso que ha llevado años. El cráter, con su desnivel de cinco kilómetros, es como una tarta. La capa más baja tiene 3.800 millones de años. A medida que se trepa, puede verse rejuvenecer a Marte hacia su estado actual. “Gale nos ofrece atracciones similares al famoso Valles Marineris, el mayor cañón que se conoce en el sistema solar”, dijo ayer
John Grotzinger. Su equipo también afronta una prueba a la que ningún otro rover se ha enfrentado. “Tenemos mucho camino por recorrer, decenas de kilómetros antes de llegar a los sitios más interesantes y después queda trepar por una montaña muy desafiante”, explicó ayer en un correo electrónico Ashley Stroupes, una de las conductoras del Spirit y el Opportunity.
El cráter contiene arcilla y otros minerales que evidencian la presencia de agua, aunque los jefes de la misión son muy cautos respecto a lo que podrá sacar de ellas el Curiosity. El robot está equipado para rastrear compuestos orgánicos tras haber digerido y calentado las muestras. Sin embargo, sus cámaras no podrán ver directamente a la criatura que los haya generado e incluso el proceso podría aniquilarlas, según Renno. Martínez-Frías reconoce que el mayor logro del rover sería encontrar vida, aunque fuese de forma indirecta, pero la misión no acaba ahí. “También buscamos entender la evolución de Marte y determinar sus condiciones de habitabilidad”.
Reno es optimista. Su equipo publicó en 2009 un estudio que mostraba gotas de agua líquida adheridas a las patas del Phoenix, una sonda que aterrizó sobre el hielo del Ártico de Marte. Renno se relame pensando en las posibilidades que ofrece ahora el cráter Gale para no sólo fotografiar, sino analizar químicamente el agua marciana.
“Esta zona está más cerca del ecuador, por lo que es más posible que contenga agua”, resalta. Renno reconoce sin embargo cierta impotencia. En caso de que en ese agua se encuentren rastros orgánicos, el Curiosity podrá recoger más muestras de terreno que potencialmente podrían contener las criaturas que los produjeron. Sin embargo, nadie podría verlas, al menos hasta que se envíe a Marte una misión que permita mandar muestras de vuelta a la Tierra, algo que Estados Unidos y Europa quieren intentar, pero que no sucederá antes de la próxima década.
Fuente: publico.es
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