A 65 kilómetros al norte de Quito, el escenario andino abraza el misticismo de 15 pirámides truncas preincaicas cuyo propósito aún se desconoce.
El Parque Arqueológico Cochasquí y sus pirámides parecen querer competir (o sintonizarse) con un paisaje embellecido por los volcanes Pichincha, Cotopaxi, Cayambe e Illiniza, que señalan con su majestuosidad al cielo celeste de la zona norte de nuestro país.
A diferencia de tales elevaciones, estas quince pirámides construidas con bloques de cangahua (material volcánico) no tienen cúspides afiladas para fusilar las nubes, ya que son montículos truncos con sus cumbres planas.
Pero, en cambio, nueve de ellas poseen plataformas que conectan el suelo con su punto más alto, evidenciando quizás un propósito práctico del cual solo se pueden tejer hipótesis lanzadas por los arqueólogos que han quedado maravillados por este complejo manejado desde 1981 por el Gobierno Provincial de Pichincha.
En 1932, el arqueólogo alemán Max Uhle realizó excavaciones que sugerían que las pirámides de Cochasquí eran centros ceremoniales donde se hacían ritos sagrados, lo cual tiene como un argumento el hallazgo de 576 cráneos hallados dentro de una de las estructuras.
Otra hipótesis apunta a que, además de sus propósitos religiosos, las pirámides eran la base de chozas circulares que alojaban a las autoridades de las culturas habitantes, los quitu-caras y, posteriormente, los incas.
Tal teoría es de otro alemán, Udo Oberem, quien junto con el Grupo Ecuador (conformado por científicos alemanes de la Universidad de Bonn) hizo trabajos en la zona en 1964 y 1965, encontrando plataformas de barro cocido construidas sobre las pirámides.
Valentín Yurevich y luego Adolfo Holguín, concluyeron que tales estructuras posiblemente tenían un uso astronómico debido a que tienen una sola orientación. Y en la única plataforma excavada ampliamente, en la pirámide 13, se pueden observar canales orientados hacia las montañas Cotopaxi y Pichincha, en los cuales se tallaron unos orificios para ubicar conos de piedra. Durante los equinoccios y solsticios, estos conos producen sombras que aparentan ser un calendario astronómico posiblemente empleado para ayudar a predecir los momentos más propicios para la siembra, el cultivo y las ceremonias.
Una visita mística
Las interrogantes se disparan para cualquiera que llegue a Cochasquí, complejo arqueológico situado en el cantón Pedro Moncayo, con alrededor de 84 hectáreas encaramadas a 3.100 metros sobre el nivel del mar, que para la atención de visitantes opera con museos arqueológicos, dos museos etnográficos, un jardín etno-botánico y un museo didáctico de instrumentos musicales, armas ancestrales y elementos de juego.
El complejo cuenta, además, con 21 tolas funerarias, que junto a las pirámides, muros, terrazas, lagos artificiales, canales y caminos forman un conjunto arquitectónico que posiblemente fue construido entre los años 850 y 1.550 d.C., y que hoy se exhibe habitado por llamas y una vegetación originaria que incluye árboles como el puma maqui, arrayán, sacha-rosa, capote, aliso y diversidad de orquídeas.
El Parque Arqueológico de Cochasquí es una parte del recorrido del Qhapaq-Ñan (Camino del Inca) y a 15 kilómetros se encuentran las lagunas de Mojanda y la elevación Fuya Fuya.
Los turistas suelen realizar la visita para luego regresar a Quito, aunque algunos prefieren alojarse en la sencilla hostería de la fundación Procultur, que opera en las inmediaciones.
Todo aquello conforma una visita que envuelve a los turistas dentro del misterio de Cochasquí.
Informes: (02) 254-9222. Horario de atención: Todos los días, de 08:30 a 16:00. Ingreso: Adultos nacionales: $ 1, estudiantes y tercera edad: $ 0,50.
Fuente: larevista.ec
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