Las tablas astronómicas del siglo IX, pintadas en las paredes de una casa en un yacimiento de Guatemala, describen el ciclo de la Luna y los planetas mucho más allá de 2012
Figuras humanas que aparecen en una de las paredes con las tablas astronómicas |
La vivienda donde apareció el calendario mural
Xultún, un área de 12 kilómetros cuadrados donde decenas de miles de personas vivieron una vez, comenzó a construirse en el siglo I antes de Cristo. El lugar prosperó hasta el final del período Clásico maya -su último monumento data del año 890 d.C.- y quedó en el olvido hasta que fue descubierto hace unos cien años por unos trabajadores guatemaltecos. En 2010, una expedición financiada por la National Geographic Society sacó a la luz una vivienda de la antigua ciudad oculta por la vegetación, a un metro bajo la superficie.
Lo que había dentro asombró a los arqueólogos. Tres muros pintados, cada uno con su propia historia, prácticamente intactos. En ellos, pequeños glifos rojos y negros arriba y abajo por toda la pared, barras y puntos que representan columnas de números. «No es un templo ni un monumento. Por primera vez, teníamos ante nuestros ojos los registros reales en poder de un escribano», describe por teléfono a ABC.es William Saturno, profesor de arqueología en la Universidad de Boston (EE.UU.). «Es como ver un episodio de la serie de televisión 'Big Bang Theory', utilizaban las paredes como un pizarrón para escribir sus problemas matemáticos», continúa. El investigador cree que los escribanos o astrónomos de la época copiaron los datos de «algún libro que no ha llegado hasta nuestros días».
Predicción de eclipses
Las pinturas representan el primer arte maya encontrado en las paredes de una casa. El muro norte, al frente según se entra en la habitación, muestra a un rey sentado, vestido con plumas azules. La imagen de otro hombre aparece en un vibrante color naranja. Los glifos cerca de su cara le llaman «hermano más joven de Obsidian», un curioso título rara vez visto en los sitios mayas. Saturno cree que puede tratarse del hijo o del hermano menor del rey, posiblemente el escriba que vivió en la casa.
En la pared oeste, otras tres misteriosas figuras masculinas aparecen pintadas de negro, con taparrabos blancos, medallones alrededor de sus cuellos y tocados con una pluma, algo que también supone una novedad. Una especialmente corpulenta «como un luchador de sumo» es el «hermano mayor de Obsidian».
Arqueólogo limpia las pinturas
Pero lo que sin duda resulta más atractivo y misterioso son los calendarios y los cálculos que, en vez de en códices, como ocurriría cientos de años después -el más famoso es el códice de Dresde-, han aparecido escritos en las paredes. El muro oriental está dominado por figuras numéricas, incluidas las columnas de números que representan los cálculos de conteo y calendario. Algunos siguen las fases de la Luna, otros intentan reconciliar los períodos lunares con el calendario solar, «una forma de predecir eclipses», dice Saturno. Incluso algunas notas pintadas en rojo junto a los cálculos parecen correcciones. «Los mayas tenían grandes conocimientos de astronomía», dice el arqueólogo. «Los utilizaban para planificar sus eventos en sus vidas, como por ejemplo la coronación del rey o cuándo empezar una guerra con otro pueblo».
7.000 años en el futuro
Precisamente, en el muro norte cuatro largos números que representan de un tercio de millón a 2,5 millones de días reúnen todos los ciclos astronómicos que los mayas consideraban importantes, como los de Marte, Venus y los eclipses lunares. Estas fechas se extienden unos 7.000 años en el futuro, demasiado tiempo como para considerar que el mundo puede acabar en 2012.
Muy al contrario, los científicos creen que estos símbolos reflejan una visión determinada del mundo que nada tiene que ver con las populares profecías sobre el final de los tiempos. «Para los mayas todo era cíclico», dice William Saturno, que se ríe al recordar los terribles presagios para finales de año y pone un ejemplo: «Debemos pensar en el cuentakilómetros de un coche, cuando se pone otra vez a cero, vuelve a empezar». Pese a estos razonamientos, el científico está convencido de que cuando llegue el 21 de diciembre y no ocurra nada, los catastrofistas «se inventarán una nueva fecha». «Tenemos algo que aprender de los mayas y es que nosotros, en vez de pensar en cómo mejorar el mundo, parece que solo pensamos en su fin», reflexiona.
Fuente: abc.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario