Los empleados que trabajan en el lugar afirman que escuchan ruidos extraños y se producen fenómenos sin explicación alguna. Hasta 1835 en el terreno donde ahora funciona la galería había un cementerio.
Que de repente se inundó el sótano y destruyó toda la mercadería de un cotillón, que se sienten ruidos en los locales sin causa aparente y hasta que se cierran las ventanas de repente. Todas estas historias las teje diariamente la gente que trabaja en la galería Estornell, muchos lo cuentan por lo bajo por vergüenza. Los empleados más antiguos de la galería aseguran que los supuestos fenómenos paranormales se relacionan con un hecho histórico: hasta 1835 había un camposanto en el terreno donde ahora está ubicada la galería.
Al poco andar adentro del espacio comercial hay un local llamado “Moni y Ale” en donde venden suvenires. Antes funcionaba un negocio de venta de cotillón exclusivamente. La mujer que trabaja allí dice que ella nunca vivió algo extraño pero que el anterior propietario del comercio le contó que se iba del lugar porque una inundación en el sótano, sin causas aparentes, le destruyó toda la mercadería que tenía guardada y que había logrado comprar gracias al esfuerzo realizado durante toda su vida.
Uno de los empleados de mantenimiento, quien pidió reservar su identidad, dijo que trabaja desde hace 30 años en la galería y que le han pasado muchas cosas extrañas. Una vez, mientras estaba anotando el movimiento interno dentro del libro de registros, la ventana que se encuentra ubicada en la pared izquierda se le movió como si alguien le hubiera dado un golpe. “Me llevé un julepe bárbaro”, dijo el hombre. También contó que en una oportunidad en horas de la noche sintió ruidos extraños, que sonaban como alaridos. Cuando fue a revisar no encontró nada. “Nunca he visto nada pero que hay fantasmas, los hay”, sentenció el señor mientras pasaba el lampazo por un pasillo de la galería.
En Canal 8 también hay muchas leyendas espeluznantes, una de ellas es la del “técnico que duró un día”. Periodistas contaron a este medio que es conocida la historia de un joven tiracables que entró a trabajar a ese medio 30 años atrás. Luego de las prácticas, al chico le dieron el turno de la noche para que se quedara a chequear las trasmisiones y fue durante la madrugada cuando sintió ruidos a los que definió como una especie de cadena que arrastraban por el piso. Apenas llegaron los compañeros a la mañana para relevarlo decidió no volver más.
También en el canal contaron otra anécdota. Un guardia de seguridad afirmó que mientras estaba cumpliendo su turno en horario nocturno lo llamaban desde el sótano. Inmediatamente bajó para ver si lo necesitaban, pero grande fue su sorpresa al descubrir que no había nadie, sólo estaba él en el lugar. Inmediatamente subió y se quedó en la sala de espera paralizado hasta que lo relevaron.
Las personas que llevan más años trabajando en la galería atribuyen los supuestos fenómenos paranormales a la existencia de un cementerio en el mismo lugar donde ahora está emplazado el paseo comercial. Allí estaba ubicado el convento Santa Ana. En el siglo XIX era común que la gente enterrara a sus muertos en las cercanías a las iglesias. Debajo de los templos se enterraban a los sacerdotes y, al costado, a los difuntos en general.
En San Juan había cuatro camposantos en las cercanías a la plaza 25 de Mayo. Uno al lado de la Catedral, y otros al lado de los conventos San Agustín, Santo Domingo y Santa Ana, precisamente.
Una inundación afectó seriamente a San Juan en 1833. El agua arrasó con todo a su paso y hasta desenterró los cadáveres que estaban enterrados en el camposanto Santa Ana y San Agustín. Luego de este fenómeno climático se decidió empezar con las obras en el Cementerio de la Capital, que finalmente fue inaugurado en 1835.
Las historias fantasmales son un tema de conversación corriente en la galería Estornell, un lugar en donde el misterio crece día a día.
Al poco andar adentro del espacio comercial hay un local llamado “Moni y Ale” en donde venden suvenires. Antes funcionaba un negocio de venta de cotillón exclusivamente. La mujer que trabaja allí dice que ella nunca vivió algo extraño pero que el anterior propietario del comercio le contó que se iba del lugar porque una inundación en el sótano, sin causas aparentes, le destruyó toda la mercadería que tenía guardada y que había logrado comprar gracias al esfuerzo realizado durante toda su vida.
Uno de los empleados de mantenimiento, quien pidió reservar su identidad, dijo que trabaja desde hace 30 años en la galería y que le han pasado muchas cosas extrañas. Una vez, mientras estaba anotando el movimiento interno dentro del libro de registros, la ventana que se encuentra ubicada en la pared izquierda se le movió como si alguien le hubiera dado un golpe. “Me llevé un julepe bárbaro”, dijo el hombre. También contó que en una oportunidad en horas de la noche sintió ruidos extraños, que sonaban como alaridos. Cuando fue a revisar no encontró nada. “Nunca he visto nada pero que hay fantasmas, los hay”, sentenció el señor mientras pasaba el lampazo por un pasillo de la galería.
En Canal 8 también hay muchas leyendas espeluznantes, una de ellas es la del “técnico que duró un día”. Periodistas contaron a este medio que es conocida la historia de un joven tiracables que entró a trabajar a ese medio 30 años atrás. Luego de las prácticas, al chico le dieron el turno de la noche para que se quedara a chequear las trasmisiones y fue durante la madrugada cuando sintió ruidos a los que definió como una especie de cadena que arrastraban por el piso. Apenas llegaron los compañeros a la mañana para relevarlo decidió no volver más.
También en el canal contaron otra anécdota. Un guardia de seguridad afirmó que mientras estaba cumpliendo su turno en horario nocturno lo llamaban desde el sótano. Inmediatamente bajó para ver si lo necesitaban, pero grande fue su sorpresa al descubrir que no había nadie, sólo estaba él en el lugar. Inmediatamente subió y se quedó en la sala de espera paralizado hasta que lo relevaron.
Las personas que llevan más años trabajando en la galería atribuyen los supuestos fenómenos paranormales a la existencia de un cementerio en el mismo lugar donde ahora está emplazado el paseo comercial. Allí estaba ubicado el convento Santa Ana. En el siglo XIX era común que la gente enterrara a sus muertos en las cercanías a las iglesias. Debajo de los templos se enterraban a los sacerdotes y, al costado, a los difuntos en general.
En San Juan había cuatro camposantos en las cercanías a la plaza 25 de Mayo. Uno al lado de la Catedral, y otros al lado de los conventos San Agustín, Santo Domingo y Santa Ana, precisamente.
Una inundación afectó seriamente a San Juan en 1833. El agua arrasó con todo a su paso y hasta desenterró los cadáveres que estaban enterrados en el camposanto Santa Ana y San Agustín. Luego de este fenómeno climático se decidió empezar con las obras en el Cementerio de la Capital, que finalmente fue inaugurado en 1835.
Las historias fantasmales son un tema de conversación corriente en la galería Estornell, un lugar en donde el misterio crece día a día.
Huesos en la Catedral
Fue durante la reconstrucción de San Juan luego del terremoto del ’44 cuando un grupo de obreros encontró huesos, la mayoría de bebés. Este episodio generó versiones que tomaron la forma que cada persona quiso. Se llegó a decir hasta que los cuerpos eran el fruto no deseado de curas y monjas, lo que causó el enojo del entonces obispo Audino Rodríguez y Olmos que procedió a publicar una nota -archivada en el Boletín Oficial del Obispado de Cuyo- en repudio a las calumnias contra la iglesia.
Lo cierto es que aquellos cuerpos que fueron encontrados pertenecían a un antiguo cementerio, situado al costado de la vieja catedral, un camposanto igual que el del convento de Santa Ana ubicado adonde ahora está la galería Estornell.
El misterio de los túneles
Siempre circuló en las calles el rumor de que existían debajo de la ciudad túneles secretos construidos por la iglesia católica. Nunca nadie confirmó la existencia de dichos túneles, sin embargo la versión más firme de la red de túneles señala seis puntos interconectados, situados en el centro de la Capital y en un radio de siete cuadras, aproximadamente. Ellos son la Catedral, Santo Domingo, Santa Rosa, San Agustín, Santa Ana y San Pantaleón. Los tres primeros, ubicados en las inmediaciones conocidas y los tres últimos, en sectores que hoy ocupan un playón de estacionamiento, la galería Estornell y el Ministerio de Educación, respectivamente.
Durante la época colonial este tipo de construcciones se solían poner en pie en las ciudades hispánicas para el traslado y el contrabando de mercadería, pues las leyes de exportación impuestas por la corona española la hacían la única beneficiaria. Ello sería la prueba principal de que en algún momento, en la provincia, hubo pasajes subterráneos.
El padre a cargo de la Catedral -Rómulo Cámpora- asegura que los pasadizos sí existieron durante el mil ochocientos, pero que hoy no tiene la certeza de que aún estén. “Si me consta que hayan coexistido. Los jesuitas, que construyeron la primera Catedral, los utilizaban como un sistema de protección en tiempos de guerra. La gente se refugiaba en las iglesias y huía por esos caminos escondidos. Sin embargo, es imposible que hayan soportado tres terremotos importantes”, aseveró el cura.
Fue durante la reconstrucción de San Juan luego del terremoto del ’44 cuando un grupo de obreros encontró huesos, la mayoría de bebés. Este episodio generó versiones que tomaron la forma que cada persona quiso. Se llegó a decir hasta que los cuerpos eran el fruto no deseado de curas y monjas, lo que causó el enojo del entonces obispo Audino Rodríguez y Olmos que procedió a publicar una nota -archivada en el Boletín Oficial del Obispado de Cuyo- en repudio a las calumnias contra la iglesia.
Lo cierto es que aquellos cuerpos que fueron encontrados pertenecían a un antiguo cementerio, situado al costado de la vieja catedral, un camposanto igual que el del convento de Santa Ana ubicado adonde ahora está la galería Estornell.
El misterio de los túneles
Siempre circuló en las calles el rumor de que existían debajo de la ciudad túneles secretos construidos por la iglesia católica. Nunca nadie confirmó la existencia de dichos túneles, sin embargo la versión más firme de la red de túneles señala seis puntos interconectados, situados en el centro de la Capital y en un radio de siete cuadras, aproximadamente. Ellos son la Catedral, Santo Domingo, Santa Rosa, San Agustín, Santa Ana y San Pantaleón. Los tres primeros, ubicados en las inmediaciones conocidas y los tres últimos, en sectores que hoy ocupan un playón de estacionamiento, la galería Estornell y el Ministerio de Educación, respectivamente.
Durante la época colonial este tipo de construcciones se solían poner en pie en las ciudades hispánicas para el traslado y el contrabando de mercadería, pues las leyes de exportación impuestas por la corona española la hacían la única beneficiaria. Ello sería la prueba principal de que en algún momento, en la provincia, hubo pasajes subterráneos.
El padre a cargo de la Catedral -Rómulo Cámpora- asegura que los pasadizos sí existieron durante el mil ochocientos, pero que hoy no tiene la certeza de que aún estén. “Si me consta que hayan coexistido. Los jesuitas, que construyeron la primera Catedral, los utilizaban como un sistema de protección en tiempos de guerra. La gente se refugiaba en las iglesias y huía por esos caminos escondidos. Sin embargo, es imposible que hayan soportado tres terremotos importantes”, aseveró el cura.
Fuente: tiempodesanjuan.com
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